¿Qué es leer?
Leer es interactuar con un texto para
construir su significado a partir de las experiencias y conocimientos previos
que el lector tiene sobre el contenido desarrollado y sobre el mundo en que
habita.
La
lectura no es una actividad sencilla y requiere de múltiples habilidades o
competencias para poder desarrollarla con eficacia. Implica conocer el código
lingüístico, la organización de distintos tipos de textos que permitirá llegar
a comprender que intención persigue el autor al escribirlo. Por supuesto que no
sólo se limita la lectura a la actividad de conocer el código lingüístico sino
que va más allá de eso. A partir de su accionar se despliega todo el andamiaje
en el lector, es decir salen a la luz todos sus conocimientos y saberes previos
que le permiten reconocer la información que rodea al texto y actualizar lo ya
conocido. De esa forma podemos afirmar que leer es, además de decodificar,
encontrar los sentidos de un texto, explorar el universo creado por el autor y
finalmente podremos afirmar que leer es viajar. Pero para llegar a destino en
este maravilloso viaje de la literatura lo importante es planificar
correctamente el recorrido a seguir, seleccionando buenas estrategias.
¿Qué es una estrategia?
Un
procedimiento -llamado también a menudo regla, técnica, método destreza o
habilidad-,es un conjunto de acciones ordenadas y finalizadas, es decir,
dirigidas a la consecución de una meta.
Danserau define estrategia como el conjunto de procesos que facilitan la
adquisición, el almacenamiento y la utilización de la información.
¿Por qué es necesario enseñar
estrategias de comprensión?
En síntesis, porque queremos hacer lectores autónomos,
capaces de enfrentarse de manera inteligente a textos de muy distinta índole,
la mayoría de las veces distintos de los que se usan cuando se instruye. Esos
textos pueden ser difíciles, por lo creativos o porque estén mal escritos. En
cualquier caso, dado que responden a una gran variedad de objetivos, cabe
esperar que su estructura sea también variada, así como lo será su
comprensibilidad.
Hacer lectores autónomos significa también hacer
lectores capaces de aprender a partir de los textos. Para ello, quien lee debe
ser capaz de interrogarse acerca de su propia comprensión, establecer
relaciones entre lo que lee y lo que forma parte de su acervo personal,
cuestionar su conocimiento y modificarlo, establecer generalizaciones que
permitan transferir lo aprendido a otros contextos distintos...
Enseñar estrategias de comprensión contribuye, pues, a
dotar a los alumnos de recursos necesarios para aprender a aprender.
Propicia una mejor calidad de vida intelectual.
De no solucionarse esta problemática del adecuado uso
de las mismas, seguirá creciendo la pirámide educativa a nivel superior con
deserción, mortalidad académica, desmotivación, incremento de población no
capacitada para la labor productiva y los riesgos de ocuparse en actividades
ilícitas, entre otras.
Las estrategias
previas a la lectura comprenden
estrategias autorreguladoras como el establecimiento del propósito o la
finalidad de leer y la planeación de la actuación en cuanto a características personales, condiciones del
ambiente y características del texto, estrategias específicas como activación
del conocimiento previo, elaboración de predicciones, elaboración de preguntas.
Las estrategias
durante la lectura se pueden considerar, como autorreguladoras, el
monitoreo o la supervisión y como específicas: las inferencias, las estructuras
y las estrategias de apoyo (identificación de palabras o términos no conocidos
por el lector, uso del diccionario, subrayado, toma de notas, relectura parcial
o global).
Las estrategias
después de la
lectura tenemos la autorreguladora
como la evaluación y las específicas como la identificación de las ideas
principales y secundarias, la elaboración de resúmenes, cuadros sinópticos o
mapas conceptuales, formulación y contestación de preguntas.
Estrategias y preguntas para
comprender un texto
1. Comprender los propósitos explícitos e implícitos
de la lectura. Equivaldría a responder a las preguntas: ¿Qué tengo que leer?
¿Por qué/para qué tengo que leerlo?
2. Activar y aportar a la lectura los conocimientos
previos pertinentes para el contenido de que se trate. ¿Qué sé yo acerca del
contenido del texto? ¿Qué sé acerca de contenidos afines que me puedan ser
útiles? ¿Qué otras cosas sé que puedan ayudarme: acerca del autor, del género, del
tipo de texto...?
3. Dirigir la atención a lo que resulta fundamental en
detrimento de lo que puede parecer trivial (en función de los propósitos que
uno persigue; punto 1.). ¿Cuál es la información esencial que el texto
proporciona y que es necesaria para lograr mi objetivo de lectura? ¿Qué informaciones
puedo considerar poco relevantes, por su redundancia, por ser de detalle, por
ser poco pertinentes para el propósito que persigo?
4. Evaluar la consistencia interna del contenido que
expresa el texto y su compatibilidad con el conocimiento previo, y con lo que
dicta el «sentido común». ¿Tiene sentido este texto?
¿Presentan coherencia las ideas que en él se expresan?
¿Discrepa abiertamente de lo que yo pienso, aunque sigue una estructura
argumental lógica? ¿Se entiende lo que quiere expresar? ¿Qué dificultades
plantea?
5. Comprobar continuamente si la comprensión tiene
lugar mediante la revisión y recapitulación periódica y la autointerrogación.
¿Qué se pretendía explicar en este párrafo - apartado, capítulo-? ¿Cuál es la
idea fundamental que extraigo de aquí? ¿Puedo reconstruir el hilo de los
argumentos expuestos? ¿Puedo reconstruir las ideas contenidas en los Principales
apartados? ¿Tengo una comprensión adecuada de los mismos?
6. Elaborar y probar inferencias de diverso tipo, como
interpretaciones, hipótesis y predicciones y conclusiones. ¿Cuál podrá ser el
final de esta novela? ¿Qué sugeriría yo para solucionar el problema que aquí se
plantea? ¿Cuál podría ser -tentativamente- el significado de esta palabra que
me resulta desconocida? ¿Qué le puede ocurrir a este personaje? , etc.
¿Qué condiciones hacen posible la
comprensión?
Cuando se posee una habilidad razonable para la
descodificación, la comprensión de lo que se lee es producto de tres
condiciones:
1. De la
claridad y coherencia del contenido de los textos, de que su estructura resulte
familiar o conocida, y de que su léxico, sintaxis y cohesión interna posean un
nivel aceptable. Si atendemos a lo que habíamos acordado en el segundo
capítulo respecto del aprendizaje significativo, estaríamos ante la condición
de «significatividad lógica» del contenido que hay que aprender.
2. Del grado en
que el conocimiento previo del lector sea pertinente para el contenido del
texto. En otras palabras, de la posibilidad de que el lector posea los
conocimientos necesarios que le van a permitir la atribución de significado a
los contenidos del texto. Si nos remitimos a la noción de aprendizaje
significativo, esta condición es la que Ausubel y colaboradores(1983) denominan «significatividad psicológica». Es
decir, para que el lector pueda comprender, es necesario que el texto en sí se
deje comprender y que el lector posea conocimientos adecuados para elaborar una
interpretación acerca de él. Al referirnos al «conocimiento previo adecuado» o
pertinente del lector, no estamos aludiendo a que «sepa» el contenido del
texto, sino a que entre éste y sus conocimientos exista una distancia óptima
que permita el proceso de atribución de significados que caracteriza la
comprensión.
Con todo, estas condiciones son necesarias pero no
suficientes. La comprensión depende aún de otro factor, descrito por Palincsar
y Brown (1984)
3. De las
estrategias que el lector utiliza para intensificar la comprensión y el
recuerdo de lo que lee, así como para detectar y compensar los posibles errores
o fallos de comprensión. Estas estrategias son las responsables de que
pueda construirse una interpretación para el texto y de que el lector sea
consciente de qué entiende y qué no entiende, para proceder a solucionar el problema
con que se encuentra.
Estrategias:
1. Saber responder a ¿Qué tengo
que leer? ¿Por qué/para qué tengo que leerlo?
2. Activar los conocimientos
previos pertinentes en relación al contenido del texto. ¿Qué sé yo, qué me es
útil a la hora de afrontar esta lectura? ¿Qué otras cosas pueden ayudarme:
acerca del autor, del género, tipo de texto?
3. Búsqueda de la información esencial del texto en
relación al propio objetivo de lectura. Discriminación de la información poco
relevante en relación al objetivo que preside la lectura.
4. Evaluación de la consistencia del contenido en
relación a conocimientos previos y el mismo “sentido común”: ¿Tiene sentido el
texto? ¿Son coherentes las ideas que se expresan? ¿Se entiende? ¿Se ajusta o no
a lo que yo pienso? ¿Parece argumentar sus ideas?
5. “Monitorizar” la comprensión mediante recapitulaciones
periódicas e interrogaciones: ¿Qué idea principal extraigo de este párrafo o
fragmento? ¿Puedo reconstruir las ideas básicas de los diferentes apartados?
¿Reconstruir la secuencia lógica o el hilo de los argumentos?
6. Elaborar y probar diferentes tipos de inferencias:
¿Cómo acabará este texto? ¿Cómo creo que se podría solucionar el problema que
se plantea? ¿Qué significado puedo deducir para esta palabra desconocida? ¿Qué
creo que le va a ocurrir a este personaje?
Objetivos de la lectura
Los objetivos que pueden
plantearse los lectores frente a un texto pueden ser muy variados:
§ Leer para obtener una información precisa. Leemos para localizar algún dato que nos interesa: la
fecha de nacimiento de un autor, un número de teléfono, etc. Una mezcla de
“barrido” a través de la información y minuciosidad cuando se encuentra aquella
que interesa. La autora recomienda los periódicos para realizar este tipo de
actividad.
§ Leer para seguir instrucciones. Hay que leerlo todo y además comprenderlo. Cuando lo
que se quiere hacer es colectivo, la comprensión debe ser compartida. La
metacomprensión se facilita porque el alumno o alumna se ve obligado a
controlar su propia comprensión.
§ Leer para obtener una información de carácter general.
Interesa saber de qué va un texto.
Lectura muy libre en la que no estamos presionados por una búsqueda concreta.
Es lo que hacemos con las noticias y otros textos periodísticos. Vamos
decidiendo si leer sólo el titular y, en función del interés, seguir con la
entradilla, seleccionar párrafos, frases, etc. Solé sostiene que este tipo de
lectura es muy útil para fomentar la “lectura crítica”, ya que “el lector lee
según sus propios intereses y propósitos formándose una impresión del texto y
sabe tanto lo que tiene que leer en relación a ellos como lo que puede obviar”.
(82)
§ Lectura para aprender. Lectura
lenta y repetida en la que el lector se interroga permanentemente sobre lo que
lee, establece relaciones, revisa términos nuevos, realiza recapitulaciones,
redacta resúmenes o esquemas, toma notas, etc. Es esencial que el alumno
conozca con precisión los objetivos que se quiere que consiga.
§ Lectura
para revisar un escrito propio. La
lectura adopta un papel de control, de autorregulación. El lector va de sí
mismo a la imagen que se hace de otro lector que lee lo que el lector que
revisa ha escrito. Muchos textos escolares revelan que no se ayudó al escritor
a ponerse en el papel de sus lectores. De ahí, dirían Anna Camps y otros, la
importancia de sesiones de escritura comunicativamente contextualizadas en las
que los lectores puedan ser reales.
Leer
por placer. El lector es libre.
Repite pasajes o se salta otros. Es fundamental practicar esta opción para
motivar hacia la lectura. Se me ocurre que no tiene sentido que programemos
libros para los diferentes cursos en función del placer o interés de los
alumnos y luego les sometamos a aburridísimas fichas de lectura o “controles”
triviales, sin más justificación que asegurarnos que la persona ha leído el
libro. Habría que añadir que la literatura no es la única vía para disfrutar
con la lectura. Como dice la autora: “…algunas personas disfrutan enormemente
cuando encuentran un texto científico que les hace pensar”. (87).
§ Leer para comunicar un texto a un auditorio o para
practicar la lectura en voz alta. Si
no se prepara para “evaluar” el nivel de lectura, sino para trabajar en
competencias ligadas a la oralización del texto, es fundamental dar tiempo a la
persona para que se prepare en silencio la lectura.”No se puede esperar que la
atención de los alumnos (…) pueda distribuirse por igual entre la construcción
del significado y la necesidad de oralizar bien”. (85) Tampoco tiene sentido
que los demás tengan delante el texto que se les lee (*** No tengo nada clara
esta última afirmación: si la lectura es expresiva y personal, recrea el texto
y permite mucho más su interiorización por parte de los demás. Tener el texto
delante ayuda a fijar una atención mecánica que es perfectamente compatible con
una atención comprensiva mucho más profunda.
§ Leer para dar cuenta de que se ha comprendido. Es para lo
que más se utiliza la lectura en las aulas. Forma parte de un protocolo
bastante generalizado en países de nuestro entorno. Según algunas
investigaciones no está claro que la mayoría de preguntas al uso favorezcan la
comprensión de lo leído. Es posible responder estas preguntas si haber
comprendido el texto.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario