Los códices
Los códices son manuscritos pictográficos o de
imágenes realizados por los indígenas de México y América Central. A los
encargados de elaborar los manuscritos se les llamaba Tlacuinos,
los que escriben pintando en náhuatl, y podían ser tanto
hombres como mujeres. Para poder leer los códices, se les colocaba
horizontalmente en el suelo, protegidos por esteras, así el
tlacuino lector y los oyentes se situaban alrededor del códice y podían
verlo en su totalidad. Los antiguos habitantes de Mesoamérica plasmaron en
los códices su concepción del mundo, sus creencias religiosas, sus
actividades comerciales e incluso cotidianas.
Para simplificar, podemos clasificarlos
por la época en prehispánicos y coloniales. Los códices prehispánicos
están realizados sobre papel de amate, piel de venado, tela de algodón y
papel de maguey; los coloniales introducen el papel europeo, la tela
industrial y el pergamino. Existían varios formatos: la tira de piel o
papel de amate en composición horizontal, que se denomina banda cuando es
vertical, y se llama rollo o biombo según la manera de guardarlo; el
lienzo de tela de algodón; la hoja de papel; el panel, en el que se unen
varios elementos del mismo material para obtener una superficie mayor.
Los códices, hechos con láminas de papel de amate o de piel de venado, dispuestas en forma de biombos de pequeñas proporciones y resguardadas en sus extremos por cubiertas de madera, eran verdaderos libros en los cuales las altas culturas de Mesoamérica registraban hechos mitológicos o reales. Los códices eran un medio de salvar del devenir de la historia, por medio de la línea y el color, la cronología, la ciencia astronómica, la mitología y las glorias militares con la consecuente tribulación de los pueblos sometidos, asegurando la continuidad del conocimiento mágico de los sacerdotes y afirmando la conciencia del poder temporal de los gobernantes.
A la llegada de los españoles al continente americano -siglo XVI-existía ya una larga tradición en el ejercicio de la escritura, si bien con características diferentes a su evolución y desarrollo en el Viejo Mundo.
Los "libros"
que asombraron a los españoles sólo tenían en común con los que ellos conocían,
el aspecto exterior. Tanto el material escriptóreo empleado, como su estructura,
presentaban características
completamente diferentes. Lo primero que debió impactar a los europeos fue el
despliegue de imágenes fabulosas en brillantes colores negros, rojos, azules y
amarillos en todas sus gamas. Pero esos "libros" (mal llamados códices)
no se leían, en el sentido que damos hoy a la lectura. No tienen uniones gramaticales,
ni sintácticas, ni estilo literario. Sus imágenes provocaban determinadas asociaciones
de ideas; eran una especie de guía para la explicación oral realizada por un lector,
previamente iniciado en el tema.
Los códices sirvieron
para registrar acontecimientos históricos, genealogías de gobernantes, datos
astronómicos, rituales religiosos, fechas calendáricas, adivinaciones, etc.
Investigaciones posteriores descubrieron
glifos -signos de escritura" esculpidos en las famosas estelas que
determinaban fechas y en las monumentales construcciones; símbolos de una
civilización refinada y superior capaz de crear un exacto calendario solar,
elaborar datos astronómicos, calcular el tiempo, utilizar el cero y desarrollar
las matemáticas.
Línea y color
Línea y color son el alma del estilo. Por medio de estos elementos los aztecas, los mixtecas, los mayas, perpetuaron sobre el papel de amate o sobre la piel de venado el mismo espíritu estético que los diferencia en las otras manifestaciones artísticas... Pero no obstante las notas diferenciales de los códices de cada cultura, todos ellos, en general, están unidos por una común voluntad de forma, traducida en concepciones plástico-representativas similares. El lenguaje sensual de los libros mágicos no es fonético, por más que algunos signos se acercaron al convencionalismo que implica la representación de los sonidos, sino ideográfico: si se quería decir "cerro" se pintaba un cerro, estilizado, pero al fin un cerro; si "agua", un azul torrente con sus ondas; si "camino", las huellas oscuras de unos pies sobre una vereda; si "sacrificio", un hombre con el pecho sangrante claramente abierto por el pedernal del sacerdote. De un solo golpe de vista se captaba una idea, por compleja que fuese. Cierto es que algunas hay incomprensibles para nosotros, puesto que vivimos en un mundo distinto en el que no existen signos sensibles que nos relacionen con conceptos que perdieron vigencia hace tantos siglos.
Tan acostumbrados estaban los pueblos precolombinos a este sistema de lectura directa, figurativa, sensual, que durante todo el primer siglo de
Los códices originales, repartidos hoy día en varios de los museos más importantes de América y Europa, llevan nombres que en la mayoría de los casos nada tienen que ver con su carácter prehispánico, pero denuncian las vicisitudes por las que han pasado a partir de
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